Textos

La mujer con tigres bajo la cama

Por Libertad Pantoja*

Durante tres meses no tengo manos

(voz, sí, tú tendrás oídos y manos).

Mi canto estéril como una estrella

tiene quietudes de almas sin eco

un fatalismo de agua del Nilo

que es de silencio con silencio hecho.

Durante tres meses no tengo manos

Guadalupe Dueñas

 

¿Quién era esa mujer con tigres bajo su cama? Guadalupe, Pita Dueñas, aseguraba ser completamente realista al momento de narrar. Sin embargo, su vida se componía de una oleada de cuentos. Guadalupe decía: “Todo me sucede, hasta los sueños. He deambulado por ellos”. También aseguraba que no se escribe si no hay magia.

   Tal vez esa serie de extraños sucesos que fue su vida emergió a causa de las quejas que dejó por escrito en su diario acerca de lo aburrido de la vida conventual: “hoy es lunes, aquí no pasa nada ni va a pasar nunca jamás. Nada, no hay una monja que se muera […]”. Puede que mi afirmación sea aventurada: lo extraño estaba en su familia antes de que ella naciera. Inició con el matrimonio de sus padres harto disímiles y continuó con la llegada de su hermana María, quien fue encerrada en formol poco después de haber nacido.

   Los extraños sucesos de la vida de Guadalupe no se limitaban a ella: atacaban a sus allegados como Miguel Sabido, a quien Guadalupe llamó el día que le cayó el techo encima. También acudió a él el día que halló un tigre bajo su cama. Lo había encontrado su hermano al ir de cacería, pero se le olvidó informar a Guadalupe la presencia del animal. Incluso al maestro Mario González Suárez le tocó vivir un cuento el día que visitó a Guadalupe Dueñas.

   Mucho se ha dicho de su familia, llena de contradicciones. Su padre católico empedernido que comía gatos; su madre “gente de mar, con una familia […] liberal, que no tenían nada que ver con la cosa religiosa”. Guadalupe misma heredó la presencia de fuerzas opuestas que por un lado la llevaban a querer ser santa, al menos eso se dice, y por otro, a gritar “¡Que se muera!”, cuando su padre despertaba a la familia con gritos diciendo “¡viva Jesús!”.

   Guadalupe nos regaló cuentos que van desde la inocencia triste de Historia de Mariquita, pasando por la crueldad de Las ratas, hasta el misterio glorioso de Al roce de la sombra.

   Guadalupe Dueñas conoció a la muerte a través de los ojos del cuerpecito ensalmuerado de su hermana. Nos contó de la muerte en múltiples formas: a veces como la revelación, llena de tristeza, que les sucede a unos niños en una tarde de juego; a veces como el medio para deshacerse de lo que estorba. Parece ser que para Guadalupe la muerte era la imposibilidad de seguir conociendo el mundo ya sea porque nosotros fallecemos o nuestro alrededor muere.

   Aún en los cuentos que no parecen tener relación alguna con la muerte, esta se hace presente. Sus narradores mencionan la muerte de los pájaros cuando hablan del correo. A pesar de tenerla siempre presente, hay mucho humor en la prosa de Guadalupe Dueñas. Parece burlarse de la suerte de sus protagonistas: es una diosa cruel pero imaginativa y fantástica que les regala a sus criaturas mundos poéticos y terribles. Por ejemplo, Al roce de la sombra es un sueño que se torna pesadilla, un universo que no permite que los intrusos vivan en él.

   A Pita Dueñas no le faltan obsesiones, cuando no es la muerte es la destrucción de lo material o la existencia de el otro. Los animales son la forma en que Guadalupe explora el pasado, la diferencia, el otro que nos acompaña y queremos (o no) destruir. Solo los animales pueden ser auténticamente felices y decidir volverse sirenas. Nunca Guadalupe. ¿Qué clase de seres seríamos nosotros ante la mirada de esta mujer con tigres en la cama?

   Guadalupe Dueñas fue, entre otras cosas, narradora, poeta y guionista. Una mujer elegante, loca (a los ojos de algunos) y sola. Escribió una Carta a una aprendiz de cuentos donde de un modo ameno que incluso podríamos llegar a tomar a broma destila grandes sugerencias en el arte de escribir, como son: “Una vez que hemos escogido la anécdota termina nuestra intimidad con la actora. Es bueno que ahora corra su propia suerte […] El camino que escoja no nos pertenece” y “La menor distracción puede aniquilar la mejor imagen y, consiguientemente, su enunciación precisa”.

   Trabó amistad con diversos escritores de su época como Inés Arredondo, Julio Torri y Miguel Sabido. Es más: llegaron a considerarla maga, hechicera, mala y fantasiosa. Aun así, y a pesar de las pequeñas biografías que escribió de varias de sus personas cercanas, ella misma dijo: “Nunca pude lograr amistades verdaderas ni con hombres ni con mujeres ni con perros. Estoy absolutamente sola por dentro. Tan sola que toda mi necesidad afectiva se vuelve literaria”. ¿Vendrá esta soledad de un miedo que solo pudo compartir a través de la literatura?

   Mario Gonzalez en la antología Paisajes del limbo, afirma que: “La obra de Guadalupe Dueñas  flota en la aceitosa niebla del horror a la muerte”, donde la muerte no depara un paraíso sino un final incierto. Muchos de los cuentos de Pita Dueñas hacen énfasis en esta idea como el final de Yo vendí mi nombre: “…en cuanto la última letra se esfume y el punto final se diluya en papel como una lágrima, mi vid, mi frágil e inútil vida, será un renglón en blanco”.

*Libertad Pantoja (CDMX, 1987) Es narradora y escritora técnica. Libertad es egresada del Diplomado en Escritura de Literaria Centro Mexicano de Escritores. Recibió la beca Jóvenes Creadores del FONCA en el año 2018 en la especialidad de cuento y en el año 2021 en la especialidad de novela. Algunos de sus cuentos aparecen en las antologías «Historias de las historias» (Ediciones del ermitaño, 2011) y «Lo fantástico no existe» (Ediciones Periféricas, 2021). Ha publicado en la revista «Penumbria» y en los sitios de divulgación de la ciencia «Más ciencia por México», «Historias cienciacionales», «Cienciorama» e «Hypatia». Recientemente se publicó su primer libro de cuentos, «Tú, enfermo no estás».