Textos

Morir dos veces, adelanto de novela

Este es el primer capítulo de la novela de Maricruz Illanes, escritora que actualmente cursa su Diplomado en esta escuela. El texto es producto de su trabajo en la clase de novela de Alejandro Carrillo.

 

CAPÍTULO 1

 

“No es fácil sobrevivir en la muerte.

Está cabrón que venga el cielo, te tome desprevenido,

te asalte sin misericordia: te robe todo lo que amas y por lo que has luchado”.

 

 

Me sorprendió la visita de su tía. Después de 20 años de conocerla, no sabía que tenía una pariente tan extraña. No me gusta nada.  

 

Mariana, ¿Cuándo regresa tu tía a su pueblo? ¿No me escuchas? Me corre de mi propia casa con la mirada, murmura palabras con el fin de hacerme daño. Pero mira, yo como si nada. ¿No me escuchas? Te haces la loca, ¿verdad? ¡Anda tú! ¡Ignórame! Pero la quiero de patitas en su pueblo ¡ya!  ¿De qué te sirve salir del cuarto y bajar a la cocina? ¿Crees que puedes huir de mí? ¡¡¡Mariana!!! Te voy a seguir por toda la casa hasta que me hagas caso. ¿Por qué́ miras hacia todos lados? ¿Buscas refugio? Seguro te va a proteger el pollo que se cuece a fuego lento en la estufa. ¡Ah!, es dona Magda que mueve en su caso las ancas del odio y las tripas del destierro. Está bien, ahí́ te dejo. Tienes suerte de que me sienta sin fuerzas. Me voy a recostar un poco. ¿Qué será́? Ojalá pudieras llamar a un doctor, últimamente me siento muy cansado, me pierdo en la inconsciencia con más frecuencia. ¿Será que tu tía me está poniendo algo en la comida? ¡Qué tonto soy! Si ya no como. Pero ahora que lo pienso, mi flojera comenzó́ con la llegada de la hermana de tu mamá. Cómo quisiera dormir esta pesadilla y amanecer como lo hice muchos días. Hay cosas que no puedo entender: si mi cuerpo murió́ ¿Qué es lo que está tirado en la cama? ¡Octavio cierra los párpados que no tienes y deja de pensar pendejadas! ¡Eres un pinche muerto y se acabó́!

 

¿Qué es eso? ¡Esto es el paraíso! ¡A bailar! Vente mi vida, esta canción de Coldplay me encanta…

I used to roll the dice
Feel the fear in my enemy’s eyes.

Qué entonado estoy.

Qué bueno que se te ocurrió poner música. Hasta hoy esto parecía uno de los salones de García López.

Mira, mi vida, puedo brincar, girar con los brazos abiertos, deslizarme, alzar la pata y los muebles no me estorban. Bueno, si no quieres bailar, por lo menos canta conmigo. ¡Trépale a la música, por fa!

I hear Jerusalem bells are ringing Roman Cavalry choirs are singing

Esto se pone intenso: deberías traerte unas chelas.

¿Te acuerdas cuando la bailábamos?

Anda, ¡suéltate! no seas tímida, estas en tu casa, es más, ¡sedúceme! Tú siempre has sido muy sensual para moverte.

Once you go there was never, orda n honest ord And that was when I ruled the world

¡Valió́ madre! ¿Qué haces?  ¡no seas amargada!, ¿por qué́ la quitas?

Y la historia se repite… Yo comienzo a disfrutar la parranda y automáticamente desaparece tu sonrisa, tus comisuras se fruncen y tu pupila me grita: “estoy cansada”. De nada serviría salir de tu vista y evitar al teniente general de tu mirada. Tons, aplicaré la segunda: me arrimo a ti, ¡mírame! Te bailo muy cerquita, con la mejor de mis sonrisas y ahora es cuando te lleno de besos, pero no puedo tocarte, mugroso tacto, se me hace que te largaste al infierno.

Bueno ya no me quiero enojar. ¿Vas a poner de nuevo la música en tu cel o no? ¿Qué te pasa? Si quieres, invento una nueva táctica: una de muertito. ¿No? ¿Qué te escurre mi vida?, ¿son lagrimitas?, ¿moquitos? Amor no llores. No ves que no puedo consolarte, ni abrazarte… Ni nada… Quisiera llorar contigo, pero no puedo.

¡Dioooooooos! ¡YA! ¡Eh! Hasta parece que disfrutas fastidiando. Estas llamas sin fuego son cada día más dolorosas. Pinche paraíso-infierno.

¡Tíaaaaa Magdaaaaa! Venga a consolar a mi mujer. ¿Qué no ve que está llorando? ¡Qué va a venir!, si hasta acá́ oigo sus ronquidos.

A ver amor, una sonrisa, anda, ¡eh! Nunca imaginé que guardaras un rio de lluvia en tus ojitos. Parecen cataratas del segundo piso en verano. Si sigues así́ de chípil vamos a tener que llamar a los bomberos y no sé si tengan equipo para desazolvar la sala. Si en vida mis chistosadas no te hacían reír, ahora menos. ¿verdad? ¡Hey! no me gusta verte triste, ¿fue porque bailé o porque canté? Te prometo que en la próxima vida tomaré clases de baile de salón. Ay no, no es pa ́ tanto. Ni muerto. Tú llora y llora y a mí se me está bajando la pila.

Estoy cansado de esto. Creación, Universo, Dios o lo que seas, no me puedes dejar aquí́, así́ nada más. Me la paso hablando al sordo viento, Ni yo me aguanto a veces. Ya no quiero este miserable aliento de muerte. Ahora que se me van las fuerzas, hazme un favor, ya no me despiertes. Quiero morir, pero bien, como cualquier pendejo.

 

 

¿Qué hora es? No sé para qué veo el reloj, cómo si el tiempo fuera importante para mí́, pinche maña de mortal. ¿Ese ruido es la tele? Seguro están viendo la serie. Ay a ver si no me perdí́ algo importante. Lo bueno es que de un clavado atravieso el piso y llegó a las piernas de mi vieja. ¿Pasó algo importante?

Qué sería de mi sin estos pequeños cielos en medio del infiernote que me cargo. ¿Qué le pasa tía? La veo rara, ni ve la tele.

TÍA─ Mariana tienes que salir de este encierro. Me vas a decir que es muy pronto, pero tú eres muy joven, muy bonita y tienes una vida.

Sht sch cht… No interrumpa.


TÍA─ … Busca una pareja y ten el hijo que siempre quisiste….

Oiga doña, están a punto de matar a Isabel y usted con sus tonterías. Además, ¿Quién le dijo que podía opinar?

TÍA─ … Tienes 28 años, hija, estas muy joven, tienes toda la vida por delante…

¿Sordita no?

TÍA ─ … No la desperdicies. Ojalá pudieras cambiar lo que pasó, pero no. Sigue adelante, diviértete, viaja.

MARIANA─ Tía por favor. No quiero hablar de eso.

Vaya, hasta que hablaste amor.


TÍA─ Está bien hija, pero piénsalo.

A fuerza tiene que decir la última palabra. Me siento tres minutos a ver la tele y no puedo disfrutar mi programa porque tu tiita se pone chingue y jode, chingue y jode con temas que no le importan. Bueno ya, quiero ver mi serie. Y tú no vayas a empezar con aquello de que solo quieres ver un capítulo ¡eh! Porque te da por apagar la tele y a mí siempre me dejas con ganas… ay ni te emociones, que no me refería a eso, mal pensada… con ganas de ver más capítulos. ¡Ots!

 

Marianita te quedaste dormida con la tele prendida. Si estuviera vivo lo aprovecharía para echarte en cara que por tu culpa el recibo de la luz va a llegar carísimo, pero, ahora que soy un parásito fantasmal te lo agradezco, porque puedo disfrutar de un maratón de Isabel. Logré ver 3 capítulos. Ahora si despiértate. Te voy a hacer un pequeño ruidito: eso, muy bien: vete a la camita, anda. Hasta mañana.

 

No puedo seguir así́. ¿Cómo veo si no tengo ojos? ¿Escucho sin oídos? ¿Huelo sin nariz? Y no puedo sentir, porque no puedo tocar y no puedo saborear porque no puedo comer. ¡Ay!, ¿y qué es lo que me cansa, si no hago nada?

¿Con quién habla mi Marianita? Hubiera seguido en los brazos de Morfeo si no fuera porque su linda voz me trajo de regreso a este plano.

¿Con quién platicas por teléfono? Mira que carita tan linda pones. Me gusta verte así́, tirada en la cama, sonriendo. Muchas veces aproveché momentos como este para besarte.  ¿Quién te devuelve la alegría? Quisiera saber quién es el autor de esa nueva luz en tus ojos. Debe ser alguien especial, porque cuando lo escuchas miras al techo y te fugas al paraíso, en el que, por cierto, yo debía estar. ¡¡¡Mariana!!! Te estoy hablando ¿Con quién hablas, carajo? ¿Es un güey? Te voy a cortar la llamada ¿eh? Una, dos, tres. Hecho. De verdad Mariana no lo entiendo. ¿Qué ya no me quieres? ¿Decidiste mandarme a la chingada? Apenas hace unos meses que ocurrió́ nuestra tragedia y ya no me fumas. ¡Mírate! Sigues marca y marca y cuando te contestan, yo cuelgo y cuelgo. Me estoy enojando mucho. Si no me dices quién es, no te voy a dejar hablar. Qué no me veas no significa que esté pintado, ¡chingao! Mira que he procurado no traer mis tinieblas a nuestro hogar. Claro si no se puede por teléfono, hay que aprovechar el whatsapp. Ahí vas.

Creo que Mariana ya superó mi muerte. Tiene 3 meses, no, mas, bueno, ya no sé hace cuánto fue. ¿Qué importa? Yo no he podido superarla. Me da terror ver mi presente: siento que me hundo en un pozo infinito lleno de nada.

A ver Dios: debes ser una misericordia muy enfurecida para tenerme aquí́. ¿Qué hice? ¿Por qué́ no me dijiste nada?, ¿por qué́ no me advertiste, o me diste una señal? No sé, cualquier cosa para que yo, en lugar de quedarme en la cama y tomar un té de manzanilla, hubiera ido a un hospital, para ver a un especialista o, de perdida, me hubiera preparado para esto; ¿quién se muere de un malestar estomacal? ¡Por favor! Solo yo. Si me hubiera pasado a los 90 años, lo podría comprender ¿pero a los 35 años?

Para rematar, ahí́ viene la chiflada tía, se me hace que la educaron en Salem.

¿Qué hace? ¿Por qué́ moja la casa? La voy a acusar con mi mujer. ¡Ah le vale madres! Yo mejor me voy a otro lado. ¿Por qué́ me persigue? ¿Qué quiere mojarme? Soy inmune. Así́ que, lléguele. Su agüita parece Rivotril.

 

 

¿Qué me perdí́? ¿Por qué́ doña Magda tiene en la mano su maleta de cartón, estilo San Isidro, amarrada con mecates?

¿Se marcha Doña Magda? ¡Que tenga buen viaje! Me Saluda a su prima Elly, muy conocida en el pueblo de Blair.

Pero esta señora todo lo tiene que hacer mal, en vez de largarse con un movimiento de nariz estilo Hechizada. Lo hace en cámara lenta. Recarga su caja descuadrada en la pared, cómo si pesaran mucho los tres trapos que carga.

Escupa el sapo que trae atorado y lárguese.

TÍA─ Mija, me voy preocupada. Este ente no es pacífico. Debes irte de aquí́ lo más pronto posible. Yo hice lo que pude. Pero sigue aquí́. Tú sabes que no estoy loca. Ya tú lo has sentido.

¡Qué tonterías! ¿No puede decir simplemente adiós y desaparecer?

Marianita no le hagas caso, la única mala vibra es la suya y la presencia a las que se refiere llegó con ella y con ella se irá, cuando ponga sus patas de araña fuera de aquí́. Dile… dile que no has escuchado ruidos ni visto sombras ni tenido sensaciones extrañas. ¡¡¡Mariana!!!

MARIANA─ Sí tienes razón tía. Te prometo que voy a traer a un sacerdote.

A ver, tía incómoda ¡ya váyase! Si no despega rápido le voy a pisar la escoba. He tratado de portarme bien. No me obligue a hacer algo desconsiderado.

Marianita, ¡Qué no te espante esta vieja mi vida! No necesitas traer a un sacerdote. Bueno, tal vez no sea tan mala idea. A ver si me puede explicar algunas cositas.

Apenas puso un pie fuera de la casa y sentí́ como si me hubieran quitado una lápida de encima.

Hasta que nos deshicimos de ella. Yo pensé́ que solo me quería correr a mí, pero no, esta vieja loca también te quería echar a ti de nuestro hogar. Bueno, ya te dejo en paz, me voy a recostar un poco. Qué muerte la mía, Marianita, estoy tronadísimo, lo bueno es que ya no hay de qué preocuparse, el basilisco femenino voló́.

Mariana, qué rico hueles, ese olor me saca del destierro y me pone a tus pies. Ya sabes que a mí los aromas… Ah pues así́ nos conocimos ¿Recuerdas? Estabas en la Plaza del Centro comprando una loción de baño. Me encanta verte frente al espejo. Por cierto, estoy parado atrás de ti y apenas se distingue un rayón azul, que se ve y no, depende de dónde fijes la vista. Me voy a quitar, no quiero que lo notes y salgas corriendo. Cambio de lugar y cambio de tema. ¿En qué íbamos? Ah sí, en que sigo disfrutando cuando veo que te maquillas. No te vayas a ofender, nunca tuviste un cuerpo escultural, pero tu cara es especial. Bueno, la nariz no, siempre creí́ que estaba enojada con los olores y por eso se agachaba. No es cierto mi querida Melipona. Jajaja. Soy un pesado. La verdad es que te ves muy linda. ¿Vas a salir?

Había olvidado ese ruido.

¡Elenita! Me había olvidado de ti con tus pechos invisibles y tu coleta perpetua. Pensé́ que vivías en el extranjero.

ELENA─ Amiga, te traje varias propuestas. Son departamentos de dos recamaras, con seguridad. Aquí́ están las fotos, pero sería mejor que fuéramos a verlos.

MARIANA─ Pásamelas. Las veré́ después.

ELENA─ Mariana, yo creo que lo que pasa aquí́ se llama Octavio. No será́ el primer caso ni el último.

MARIANA─ No creo que sea él. Desde que vivíamos juntos ya se sentían cosas.

ELENA─ Yo pienso que la muerte lo agarró desprevenido y tal vez no quiso irse porque estaba preocupado por ti.

Quién lo iba a decir; tú eres la única en comprender mi situación. Bueno con sus “asegunes” porque yo no quise quedarme.

MARIANA─ No es él. Octavio se fue. Lo puedo sentir.

Pues, sientes muy mal.

ELENA─ Y si es, y si te necesita para poder seguir su camino.

MARIANA─ Sí es, se irá cuando vea que ya no estoy.

Para que lo sepas, me hubiera ido desde el principio si pudiera. Pero por algún motivo sigo aquí́. Ya no quiero escuchar más.

 

Ahora si te pasaste con el perfume Mariana, es tan fuerte que traspasa muros. Huele a iglesia de pueblo. No, sabes qué, más bien me remonta a cuando era chico y mi mamá ponía la ofrenda de muertos, pero estamos en mayo y a ti nunca te ha gustado eso. ¡Ya sé! regresó tu tía y decidió́ cocinar al gato de la vecina. Me gustaría poder hacer algo por él, pero no puedo moverme, es como si estuviera clavado. Oigo una voz que no reconozco. Quisiera ir a averiguar, pero estoy atorado como si tuviera encima un camión de cemento. Lo que asoma por el pasillo es una cara regordeta, coronada con un flequillo estilo franciscano, con la bondad escondida. Trae en la mano izquierda un pequeño libro y en la otra, una botellita con agua. Debe ser Clonasepan para muertos, como el de doña Magda. Atrás viene mi Mariana con algo que despide ese olor a rata muerta.

SACERDOTE─ Señor te pedimos que ayudes a esta alma para que pueda descansar en paz.

Muy bien padrecito. Si de eso se trata, adelante. Empecemos. Nada más una cosita. Espero que su agüita bendita sea más potente. Ya no lo interrumpo, rece, yo también lo haré. ¿Está seguro qué esto es por mi bien? Entonces por qué siento la viga que me oprime, me oprime, me…. ¿Qué es esto? Que ligero me siento, es como si fuera una pluma que vuela al viento. Las nubes color de rosa me acarician suavemente. Son tibias y huelen a tierra mojada. Espera, qué está pasando, ahora todo se vuelve oscuro, ¿qué es ese silbido que me ensordece? Agggghhhhhhhh ¿dónde caí́? Siento como si me hubiera estrellado en la Quebrada. No, estoy en mi cama, y el cemento invisible sigue sobre mí. El padre no habla, Mira a todas partes, Mariana se ve cansada.

El padre comienza a rezar de nuevo, yo también, ya quiero acabar con esto. Ese algo sigue ahí, me aplasta, siento que me quiebra, oigo todo cada vez más lejos… ¿Dónde estoy? Parece un mar de plumas, van y vienen en pequeños movimientos como las olas del mar. Me sumerjo en ellas, puedo girar, avanzar, detenerme y el roce de su blancura sana mis pensamientos. Cierro los ojos y me dejo llevar. Todo desaparece de un golpe, caigo en la oscuridad, siento algo que me estira, me estira, me voy a romper, me duele, me empuja y me lanza, y me vuelvo a estrellar contra algo duro. Estoy en mi cama. El padre voltea a ver a Mariana.

MARIANA− Muchas gracias, Padre.

¿Cómo que muchas gracias? ¿Eso fue todo?, ¿es neta?, vino a zarandearme y a azotarme y ¿ahora se va? Ni siquiera ha podido quitarme esa loza que debe ser de acero porque no me deja mover. ¿De qué orden es usted? Porque yo creo que le falla la fe. Regrese y hágalo bien.

Pero nunca me escuchan. El sacerdote sale de la recamara, seguido de mi mujer y yo me quedo aquí́. A los pocos segundos viene otra vez esa sensación, pero ahora es mayor, yo creo que me pusieron encima un tráiler o una aplanadora, se pone tibio y ahora me quema, me quema, no puedo abrir los ojos, una luz me deslumbra, miro hacia abajo y veo un jardín lleno de arbustos de un verde intenso, no tiene flores, pero no las necesita, porque cada hoja emite unos rayos dorados. Decido correr para salir rápido de ahí́, antes de que se les ocurra lanzarme de regreso. Avanzo patinando sobre el follaje. Se siente todo tan fresco. Llegó a una zona con arena plateada y a mi derecha tengo un pequeño sol, que me ilumina, pero no me quema, y me quedo absorto, porque descubro que solo soy una esfera transparente. Lo miro todo, lo huelo y siento que me pica esa arena fina, mi cuerpo-espíritu siente… Y un torbellino se apodera de mí y me hace girar, girar, girar y siento que unas garras me parten y me lastiman y caigo de golpe y el sonido es ensordecedor. Cuando abro los ojos, veo la mesa del comedor destrozada: el padre y Marianita miran los trozos de vidrio regados por todas partes: están pálidos, yo ya no siento eso que me oprimía, creo que está encima de ellos porque están paralizados.

Yo estoy enfurecido. Tal parece que, en lugar de ayudarme, querían hacerme daño. ¿Por qué́ me atacan? Tal vez crean que estoy invadiendo su espacio, pero les aviso que esta fue la casa de mis padres y ahora es mi casa. Y mientras no salga de este plano me quedaré aquí́. Los intrusos son ustedes.

Si no me van a regresar mi vida, entréguenme mi muerte. Tengo derecho. Estoy hecho cachos, me voy a dormir ¡aaa miii caaa-maaa!

 

Mariana, ¿ónde tás? No estoy enojado contigo, entiendo que no fue tu culpa, fue del padrecito. Ah y te aclaro, para que no me vayas a reclamar, yo no rompí́ la mesa del comedor, fue aquel que me estuvo lanzando como pelota de béisbol. Deja que te platique donde estuve, recuerdo que nadaba entre plumas blancas, patinaba sobre hojas verdes y volaba en un cielo rosa. Yo era una burbuja sentada sobre un pequeño sol. Sueno como un loco, ¿verdad? ¿ónde andas Marianita? ¿qué hiciste con nuestros muebles? ¿dónde están los cuadros? Creo que nos robaron. ¡Se llevaron hasta el horno de microondas! Solo nos dejaron las paredes secas, frías y sin alma.

¿Por qué́ me dejaste Mariana? Lloro tu partida. Estaba dormido y ni cuenta me di cuándo se construyeron los muros que nos partieron en dos.

Estoy enojado contigo Dios. ¿No que eres omnipotente, muy fregón, y que hasta creaste realidades paralelas? A ver ¿dónde está el supuesto paraíso, el cielo con el que nos chantajeas? Ese de si te portas bien, vas a llegar a un lugar lleno de luz y felicidad. ¿Dónde está chingao? ¿No que algo brilla al final de un túnel? ¡Falso! Yo no he visto ni chispitas. ¿Enterraste tu piedad en mi tumba? Lo único que me reconfortaba era mi Mariana y me la quitaste.

La única respuesta que obtengo es el chillido del silencio. Un día, otro, una semana, otra, un mes, dos, tres y el purgatorio no acaba. Añoro la época en que la tía Magda me mandaba a dormir con sus conjuros o con sus baños de agua bendita. Ahora tengo los ojos abiertos y no hay nada que ver. Cuento de derecha a izquierda los palitos de las rejas. los arbustos del jardín, las farolas de la calle, los adoquines de la entrada, los segundos, los minutos, las horas, y mi muerte transcurre sin vida.

Juro que las bacterias y los microbios respiran. Los puedo escuchar. Es más, creo que cuchichean. No alcanzo a entender lo que dicen. O ¿serán las moléculas del aire? Esta es mi condena: que las llamas de la soledad me quemen. Pero si la creación piensa que yo seré́ un condenado bien portado se equivocó́. Yo creo que he sido paciente, he tratado de conducirme por el buen camino, pero llegó el momento de mandar lo propio al infierno, o al cielo, o a donde no estorbe.

¡Ay! Un ruido ¡Qué maravilla! Un ruido. ¿Mariana eres tú?

 

Este es el primer capítulo de una novela. ¿Te gustaría seguir leyéndola? Te dejo mi correo por si deseas hacer algún comentario: maricruzil@hotmail.com

Maricruz Illanes Pérez nació en el Estado de México. Está casada y tiene 3 hijos. Desde niña ama crear historias. En la adolescencia escribió sus primeros poemas y cuentos. Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en Acatlán. Durante más de 30 años redactó noticias. En 2017 retomó el camino de la literatura y está por terminar el Diplomado en escritura en Literaria Centro Mexicano de Escritores.